Tus manos, ¡oh tus manos!

Cuando me tocan siento como si un ángel estuviese tocándome.


Tus brazos, ¡cielos tus brazos!

Hacen que me estremezca porque tienen el poder de abrigar mis temores.


Tus ojos, ¡qué bendición!

Son tan dulces y bellos como el atardecer de enero.


Tus pecas, ¡sí, tus pecas!

Tienen un embrujo natural que me obliga a pensarte.


1 Comment

Ana C. Suárez E. · November 30, 2020 at 10:39 am

Felicitaciones bello poema, excelente trabajo

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